martes, 20 de septiembre de 2011

Una suela

-Venía a cambiarle las suelas a estos zapatos.
-Muy bien. Tendrá que dejármelos un par de días.
-Aquí los tiene. Ya pasaré a recogerlos.
-Oiga, perdone, no se marche.
-¿Qué pasa?
-Es que hay un señor en estos zapatos.
-Lo sé. Es mi suegro. ¿Qué pasa?
-Mujer, pues que el señor tendrá que llevárselo.
-No puedo hacer eso
-¿Cómo que no?
-Les tiene mucho apego a sus zapatos. No quiere separarse de ellos.
-Ya, pero escuche...
-No se preocupe, no le ocasionará ninguna molestia.
-No es eso, señora. Es que no puedo quedármelo.
-Viene desayunado y lleva pañales. Apenas notará su presencia.
-Esto es una zapatería. No una residencia de ancianos.
-Ya lo sé. ¿Tiene una tele?
-Pues sí.
-Póngale la telenovela de por las tardes y ni se enterará de que está aquí.
-¿Cómo voy a hacer eso?
-Sólo tiene que conectarla a la corriente y darle al botón de encendido. ¿No sabe cómo funciona una tele?
-No me refería a eso, sino a que no puedo quedarme con su suegro.
-¿Sabe usted cambiar las suelas de los zapatos: sí o no?
-Sí
-Pues hágalo. Y de vez en cuando acaríciele la mano y dígale que le quiere.
-Pero es que, señora, yo a este señor no lo quiero.
-Yo tampoco, buenos días.

5 comentarios:

  1. Divertido y descorazonador a la vez, cuando imagino que dentro de no demasiados años, una pueda estar dentro de esos zapatos.

    b7s
    L;)

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  2. Un poco loco el planteo pero para pensarlo, hay q tomar la vida con soda.
    Rosa Lía

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  3. Me gusta el juego con los zapatos, entre líneas.

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  4. Joaquin eres genial, de verdad me reí cantidades, que buena broma para deshacerse del pobre suegro. Nubia.

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  5. muy divertido... como tu nuevo libro de Vive como Puedas!!! me ha encantado. un abrazo

    www.lanaranjachina.wordpress.com

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