-Muy bien. Tendrá que dejármelos un par de días.
-Aquí los tiene. Ya pasaré a recogerlos.
-Oiga, perdone, no se marche.
-¿Qué pasa?
-Es que hay un señor en estos zapatos.
-Lo sé. Es mi suegro. ¿Qué pasa?
-Mujer, pues que el señor tendrá que llevárselo.
-No puedo hacer eso
-¿Cómo que no?
-Les tiene mucho apego a sus zapatos. No quiere separarse de ellos.
-Ya, pero escuche...
-No se preocupe, no le ocasionará ninguna molestia.
-No es eso, señora. Es que no puedo quedármelo.
-Viene desayunado y lleva pañales. Apenas notará su presencia.
-Esto es una zapatería. No una residencia de ancianos.
-Ya lo sé. ¿Tiene una tele?
-Pues sí.
-Póngale la telenovela de por las tardes y ni se enterará de que está aquí.
-¿Cómo voy a hacer eso?
-Sólo tiene que conectarla a la corriente y darle al botón de encendido. ¿No sabe cómo funciona una tele?
-No me refería a eso, sino a que no puedo quedarme con su suegro.
-¿Sabe usted cambiar las suelas de los zapatos: sí o no?
-Sí
-Pues hágalo. Y de vez en cuando acaríciele la mano y dígale que le quiere.
-Pero es que, señora, yo a este señor no lo quiero.
-Yo tampoco, buenos días.
Divertido y descorazonador a la vez, cuando imagino que dentro de no demasiados años, una pueda estar dentro de esos zapatos.
ResponderEliminarb7s
L;)
Un poco loco el planteo pero para pensarlo, hay q tomar la vida con soda.
ResponderEliminarRosa Lía
Me gusta el juego con los zapatos, entre líneas.
ResponderEliminarJoaquin eres genial, de verdad me reí cantidades, que buena broma para deshacerse del pobre suegro. Nubia.
ResponderEliminarmuy divertido... como tu nuevo libro de Vive como Puedas!!! me ha encantado. un abrazo
ResponderEliminarwww.lanaranjachina.wordpress.com