-Querría un pijama hecho íntegramente de mortadela de olivas.
-¿Perdone?
-Bueno el pantalón podría ser de salchichón, que combina perfectamente con la mortadela.
-No le comprendo.
-El picante del salchichón contrasta con el dulzor de la mortadela.
-Me refiero a su extraña petición.
-¿No es usted un sastre especializado en corte y confección?
-Lo soy.
-Pues córteme la mortadela fina y confeccióneme un pijama, por favor.
-Pero, ¿qué dice? ¿Cómo voy a hacerle un pijama de mortadela?
-Pues ya le digo, cortando las lonchas y cosiéndolas después.
-Pero, pero se le rompería.
-No si las cose bien.
-Puedo coserlas perfectamente pero le aseguro que en cuanto se pusiera el pijama se rasgaría la mortadela y se le caerían las olivas por la cama.
-Eso sí sería un contratiempo.
-Además, el traje se le estropearía a los pocos días.
-Podría guardarlo en el frigorífico.
-Entonces estaría demasiado frío para ponérselo.
-Ya entiendo.
-Comprenda que es una petición descabellada.
-Un disparate, ¿no?
-Exactamente.
-Entonces, ¿qué podemos hacer?
-Puedo hacerle el pijama de embutidos ibéricos.
-¿Cómo?
-La chaqueta de lomo embuchado y el pantalón de chorizo de cantimpalo, por ejemplo.
-¿Y no se me romperá?
-No, si corto las lonchas lo suficientemente gruesas.
-Entonces será un pijama para el invierno.
-No, hombre, en una semana lo tendrá usted.
-¿Y no me dejará las sábanas un poco grasientas?
-No, si usa las sábanas adecuadas.
-¿Cuáles?
-Éstas, mire, hechas íntegramente de jamón de Jabugo.
-Vale, pero las sábanas hágamelas finas, que son para el bocadillo del chico.