-¿Son estas las oficinas centrales de la Editorial Palabros?
-Aquí es, ¿en qué puedo ayudarle?
-Venía por lo del reciclaje.
-Ahí fuera están los contenedores de papel.
-No, yo vengo por lo del reciclaje de adjetivos y adverbios.
-¿Lo del reciclaje de qué?
-La última vez que me rechazaron un manuscrito me dijeron que en mi texto sobraban innumerables adjetivos y adverbios, así que vengo a recogerlos.
-Inaudito.
-Gracias, ya tengo uno.
-Inconcebible.
-Dos.
-¿Me está usted tomando el pelo?
-No ha pronunciado ningún adjetivo ni ningún adverbio esta vez.
-¿Quiere que pronuncie adjetivos?
-Se lo ruego.
-Necio, gilipollas, estúpido.
-Ya llevo cinco.
-Márchese de aquí.
-Por fin un adverbio.
-Voy a llamar a seguridad.
-¿Cuándo?
-Inmediatamente.
-Ah, un adverbio terminado en mente. Mis favoritos.
-¿Quiere marcharse de una puta vez?
-Y ahora un adjetivo subido de tono, perfecto.
-Le advierto que está acabando con mi paciencia.
-¿Cómo?
-Rápidamente.
-Otro.
-Se acabó. Voy a llamar a seguridad ahora mismo.
-Ahora es un adverbio, pero ¿y mismo?
-Es un adjetivo, lléveselo.
-¿Está segura? ¿No es acaso sustituible por “mismamente”?
-Puede ser.
-Entonces es un adverbio
-¿Qué más da?
-No se atreva a devolverme los adjetivos mezclados con los adverbios. Estoy reciclándolos y cada uno va en un contenedor de distinto color.