martes, 14 de febrero de 2012

Una rosa

 -Te quiero, Manuel.
-Y yo a ti, Margarita. Eres la mujer de mi vida.
-Me llamo Rosa.
-Lo sé.
-Entonces, ¿por qué me llamas Margarita?
-Es que me lío con las flores.
-Bueno, te perdono.
-Te lo agradezco, Violeta.
-Que me llamo Rosa.
-Lo sé.
-Entonces, ¿por qué me llamas Violeta?
-Es que me lío con los colores.
-¿Eres daltónico?
-Soy Manuel.
-Ya, pero ¿me quieres?
-Con toda mi alma, Peralada.
-Te repito que me llamo Rosa.
-Lo sé.
-Entonces, ¿por qué me llamas Peralada?
-Es que me lío con los pueblos de la Costa Brava.
-Peralada no está en la costa brava.
-Pero Rosas sí.
-No entiendo lo que te sucede, Manuel.
-Las palabras se confunden en mi cabeza como si agitaras un diccionario primero y lo abrieras después.
-¿Has ido al médico?
-No, he preferido venir a verte a ti y traerte este ramo de rosas, Azucena.
-Podías haberme traído un ramo de Azucenas y haber acertado con mi nombre.
-He estado dudando en la floristería hasta el último momento.
-¿De verdad?
-No sabía si traerte flores blancas o rojas.
-¿Y por qué no rosas?
-Te he traído rosas.
-Sí, pero son de color violeta.
-Como tu nombre.

2 comentarios:

  1. Hola, Joaquín!

    Me ha gustado el piramiento de los enamorados. Los nombres de las chicas son -¿Tal vez casualidad o los has visto antes, los cuatro juntitos?- los de las cuatro hermanas del libro de "Las lágrimas de Shiva". Lo han leído mis alumnos, así que mañana les leeré este piramiento, a ver qué comentarios me hacen, je je.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hola Pilar.

    Me alegro de leerte. Casualidad: ha sido una rotunda, curiosa y literaria casualidad, de la que me congratulo.

    Abrazos para ti y tus alumnos

    ResponderEliminar